CRÍTICA AL ARTE CONTEMPORÁNEO: el arte del nihilismo y de lo absurdo.

@skaiiite
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Durante prácticamente toda la historia del hombre, los grandes artistas fueron los encargados de establecer los estándares del ideal de Belleza, del Ethos. Maestro tras maestro, produjeron obras que nos inspiraron, elevaron y profundizaron. Y lo hicieron al exigirse a sí mismos los más altos estándares de excelencia, mejorar el trabajo de cada generación anterior de maestros y continuar aspirando a la más alta calidad posible.

Hoy, estos estándares han desaparecido. Algo pasó en el camino hacia el siglo XX. Lo profundo, lo inspirador y lo bello fueron reemplazados por lo nuevo, lo diferente, el Pathos. El Arte Moderno (Contemporáneo) se ha vuelto una competición entre lo feo y lo retorcido, y aquello que más impacta es lo que se hace con la victoria. Pero, ¿por qué este cambio?


Todos estamos de acuerdo con que el arte es la ventana que mira hacia el alma de una cultura. Es el aspecto más importante de la vitalidad de esa sociedad, además de la percepción universal de sí misma y del mundo en el que se esfuerza por comprender. Al ser un elemento tan fundamental de nuestra identidad social, se va a relacionar estrechamente con la historia y más concretamente, con la filosofía. Es por ello necesario realizar un breve análisis de la evolución histórica de occidente para comprenderlo:
El poeta griego Hesíodo, dividió las edades del ser humano en cuatro épocas mitológicas distintas: La edad de Oro, la edad de Plata, la edad de Bronce y la edad de Hierro. Así mismo, mucho antes, en el Hinduismo, se establecieron sus correspondientes eras o ‘Yugas’. Cronológicamente el Kali Yuga (o Edad de Hierro, la edad más baja) sería la época que nos correspondería en el presente.


Siguiendo la línea historiográfica, se encuentran, con sus respectivas delimitaciones, la Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad de la Información. En la Historia del Arte, en cambio, hay una ambigüedad sobre la delimitación de los períodos. Estos podrían dividirse en: arte Clásico (Siglo XV al último 1/3 del siglo XIX), arte Moderno (último tercio del siglo XIX hasta 1960) y arte Contemporáneo (1960 hasta nuestros días)
Tomando nuevamente la línea historiográfica, podría decirse que mientras que en las primeras edades, nos acercamos al mundo metafísico, en las últimas eras/yugas/edades, ha habido un descenso del vigor espiritual, una disminución en la conexión del individuo con los principios trascendentales. Esto claramente, se ve reflejado en el arte.
En los primeros tiempos, el ser humano se descubría a sí mismo como un ser social, desarrollando sociedades complejas. Lo decía Aristóteles con “El hombre es un animal político”, el cual realiza todas sus potencialidades en la polis (Estado) siendo su primer núcleo la familia. El espíritu de esta época sería el fundamento de todas las siguientes.


Con la caída del Imperio Romano, comenzó la Edad Media, período marcado por una gran introspección, tanto para el individuo como para la sociedad. Este se rodearía en feudos y en comunidades aisladas, y sus lugares de culto cambiarían a ser ambientes cerrados –La Iglesia. El hombre dedicó el estudio a sí mismo, a su fe y a su espíritu. Se crearon las universidades, donde se buscaba un mayor conocimiento de la verdad y de las ciencias, siempre con una connotación de lo sagrado.
Con la llegada de la época moderna, el hombre entró en una edad de descubrimiento de nuevos continentes y culturas. Se fueron fundando movimientos como el Renacimiento, el Humanismo, la Ilustración. El hombre seguiría enfocándose en sí mismo pero ya de una manera intelectual y no espiritual, tornando a un pensamiento antropocéntrico. La cita que mejor encarna esta época es “Pienso, luego existo”-Descartes.
En lo referente al arte, es durante estos siglos cuando se va a desarrollar el arte clásico.

Un cuadro era considerado un “crimen perfecto”, donde no había que dejar huellas del pintor ya que debía ser lo más real posible. El arte consistía en contar historias, y esas historias debían ser narradas bellamente. 



Pero poco a poco empezaron a introducirse ideas diferentes, apareciendo así otras formas de entender la pintura. Este cambio se puede ejemplificar con “Los Picapedreros” de Gustave Courbet (1849). En esta obra se creó mucha controversia en su momento, ya que fue un lienzo de grandísimas dimensiones donde se trataba un tema no tan relevante.


Además influirían los cambios socioeconómicos y los avances tecnológicos de la Revolución Industrial (fotografía), la contraposición a la Academia, el rechazo de la Tradición para atraer a más público, o a un público distinto, y la nueva conciencia marxista de un realismo de clases que llevaría al nacimiento del Realismo.
Los nuevos pintores modernistas (final siglo XIX) sembraron las semillas del relativismo estético: con la frase de "La mentalidad de la belleza está en el ojo del espectador". Hoy todos aman a los impresionistas. Y, como ocurre con la mayoría de las revoluciones, la primera generación más o menos produjo obras de genuino mérito. Monet, Renoir y Degas aún mantenían elementos de diseño y ejecución disciplinados, pero con cada nueva generación, los estándares disminuían hasta que no hubo estándares. Todo lo que quedaba era expresión personal.


Pero mientras lo que en el arte clásico era la belleza y la mímesis o en el arte moderno era la libertad de experimentar y expresar la sensibilidad del pintor; en el arte contemporáneo se propone algo bien distinto; reelaborar la pregunta de qué es realmente arte y por qué algo es arte. Precisamente, para el arte conceptual, por ejemplo, la idea con la que se cuenta para crear arte es suficiente, sea cual sea la materialización (ya que el componente material distrae del concepto y de la idea de la obra)


En la última etapa de la línea historiográfica, la época de la Información, se suponía que desde su constitución como ser social, espiritual e intelectual, el hombre contemporáneo sería capaz de sintetizar estas cualidades diferentes e incorporarlos a una nueva y completa forma de expresión. Sin embargo, el resultado ha sido completamente diferente: la sociedad ahora es lo más materialista  y profana que ha podido ser nunca.
La persona contemporánea encarna un espíritu completamente individualista, rechazando su concepción como ser social, y al profanarse a sí mismo, rechazando además su espiritualidad. Todavía se podría pensar que ha mantenido su carácter intelectual, pero en vez de ello, ha abdicado de su productividad, y en su lugar, adoptado un carácter meramente consumista. Esto conlleva el rechazo de cualquier cualidad trascendental y longeva, debido al propósito de la gratificación instantánea. Por este apego por lo efímero, no es de extrañar que rechacemos la intelectualidad, ya que el verdadero conocimiento proviene de la meditación, la introspección y la reflexión.
El hombre contemporáneo no crea arte ni produce, sólo se reproduce y consume. Esto crea un gran vacío dentro del individuo. Un gran nihil (nada). El nihilismo, la negación de todo, hace que haya un sentido de desesperanza reflejado en toda la sociedad.


Una predicción del Kali Yuga (3000 aC) dice así:
"La esencia del Kali Yuga es la causa de la separación entre el hombre y la naturaleza; y toda devastación del mundo moderno conduce a la pérdida de contacto con el orden cósmico, donde la mente de la humanidad se fija en los elementos más densos y materiales de la realidad. Es una época en la que dominan las guerras, los vicios, la ignorancia, el desvirtuosismo. Los líderes que gobiernan las Naciones son corruptos, explotadores de sus pueblos, convirtiéndose en un mundo pervertido donde el egoísmo excesivo, la materialidad y la falta de respeto por el prójimo son característicos.
El bienestar y la religiosidad disminuirán día a día, hasta que el mundo se vuelva completamente depravado. La riqueza será la única fuente de devoción, la pasión el único vínculo de unión entre los sexos, la falsedad será el único factor de éxito en los litigios (...) La apariencia exterior la única distintiva de los diversos órdenes de la vida. La falta de honestidad será el medio universal de subsistencia y la debilidad, la causa de la dependencia."

¿Cómo se traduce esto al arte? Sencillo.
Al contemplar el arte moderno como un componente de la fase final de la civilización, uno puede realizar una serie de observaciones críticas en lo que el arte moderno pretende realizar, lo que nos quiere contar y quién está detrás de ello. Este es o bien, políticamente subversivo o bien, culturalmente subversivo. Si durante muchos años, el arte estuvo al servicio de la ideología católica, para evolucionar hacia un arte al servicio de la monarquía, y proseguir a un arte que pintaba para la sociedad burguesa en ascenso, el siglo XX vio la aparición de un arte al servicio de las ideologías políticas, después del triunfo de la revolución bolchevique y el posterior ascenso del imperio estadounidense.


Por otro lado, el ascenso de las políticas neo liberales después de 1980 introdujo la privatización de lo público, resultando imposible que el arte fuera la excepción a tal influencia. El arte se convirtió en una mercancía que, unido al interés de las élites dominantes por construir intrincadas redes de influencia social, llevaron a un estadio definitivo el carácter subjetivo del arte: la profesionalización de la especulación.
En el mercado del arte actual, objetos inverosímiles alcanzan precios extraordinarios que desafían toda lógica y moral. Actualmente se habla incluso que los compradores de arte, que en ocasiones, compiten por poseer, distribuir y manejar bienes intangibles. Algo íntimamente ligado a las economías digitales.


Como he dicho previamente, el nuevo arte no contiene elementos de la belleza trascendental que permite que el alma del espectador intervenga de un modo más espiritual en la obra, elevando así la consciencia, mientras organiza el conocimiento de lo que es mentalmente “sano o insano”.  Al ver arte contemporáneo, un vacío moral surge en el espectador, haciendo que la obra carezca de significado.
Estéticamente, el arte contemporáneo ha devenido en una extraña mezcla de lo hiperreal con un contenido hueco, lo que sugiere que los promotores de este arte estén insinuando que la psique colectiva de nuestra sociedad posee un trastorno disociativo sin centro, casi hasta el punto de coaccionarnos en hacernos creer que somos esquizofrénicos.  Pero ¿quién controla esta narrativa?


Son los críticos-gurús del arte, la mayoría de origen hebreo, quienes han reducido al absurdo el nuevo arte: tan literario, académico y manierista como la pintura contra la que se había “revelado”.
Si se da uno cuenta, la Historia del arte Moderno es un pulso continuo entre el artista (el “bohemio”) y su entorno (“le monde”) Lo nuevo adquiere para el autor un valor fundamental, siendo precisamente lo que se pone de moda.
El público, de hecho, no juega ningún papel en el arte moderno: accede al acontecimiento artístico y su única función es limitada a contemplar y valorar.
Las instalaciones, el performance, el vídeo arte... son formatos y medios al servicio de la manipulación y especulación, que tranforma cualquier cosa en arte, y si esa cosa es hecha sin factura, sin estética, sin rigor o virtuosismo, todo ello no es arte, es engaño.  


Los actos más triviales de la condición humana han sido elevados a la categoría de arte y eso es lo que sumerge al arte contemporáneo en la decadencia del concepto mismo del arte y la valoración del trabajo artístico, artesanal y manual.

Y es que el arte contemporáneo, pretende realizar una descabellada crítica artística del arte en sí mismo: Va a criticar la figura del artista, concebido tradicionalmente como un ser que comunicaba lo finito con el infinito (= Rey filósofo, Genio del Artista), proponiendo que cualquiera puede ser artista. La elección de medios sin determinación previa criticará la técnica artística definida.  Se pretende que el arte no sea determinado por sus medios. El artista no es un técnico superior, ni tampoco más virtuoso. Va a renunciar  a la permanencia de la obra. Esta es ahora momentánea, que va a desaparecer, por lo que se termina con la tradición de la eternidad del arte. Antes el arte se elevaba por encima de la expresión sensible, era capaz de crear un otoño eterno. En cambio, ahora la narrativa es lo contrario, subvertida. El arte debe mostrar la fragilidad de la existencia y el paso del tiempo. No debe pretender trascender la muerte, sino compartir la muerte. Acepta la finitud, abandonando la idea de Dios. 


El arte contemporáneo pretende crear un espectáculo, ser una acción para el sujeto, que lo haga cuestionarse, con una clara intención política. Así que uno, tras haber asistido a una exposición de arte, o ni siquiera, ya que somos bombardeados diariamente con este, se pregunta lo que siempre ha sido tan claro, tan esencial como: Qué es arte. Qué es la estética.
Si la estética es la ciencia de lo bello, y la verdad es lo bello, ¿qué rol cumple la estética en la época de la postverdad? ¿Sería el arte la experiencia que nos salva de la muerte en la correlación de fuerzas entre eros y tánatos? Cuando el sujeto bordea la muerte, y no sólo de la muerte física, sino de la desesperanza, el dolor y la tristeza, es precisamente cuando el alma del sujeto, su ser, despierta a la vida mediante la experiencia estética, de la cual deviene una estrecha relación con el arte. Ese despertar en otras ocasiones adquiere la connotación de lo sublime. 


Lo ‘Sublime’ (Burke 1756) entendido como “aquello más allá de la racionalidad del hombre, que le provoca una paradójica atracción” en el arte moderno toma ahora otro significado. Lo que anteriormente se consideraba un reconocimiento de las ilimitadas posibilidades del psiquismo humano y de la naturaleza exterior, lo que en psicología se entendía como placer estético surgido ante el peligro, el dolor, el desbordamiento; es reinterpretado por el arte contemporáneo de una forma bien distinta. Al ser un arte justificado meramente por el medio expresivo (y no por su mensaje) se pretende transformar mediante la verdad de la expresión la fealdad natural en belleza artística. Un arte que recoge la idea rechazante convirtiéndola en atractiva, o mejor dicho, que pretende atraer el ojo del espectador mediante la experimentación de lo truculento, desagradable, e incluso morboso.


El espectador experimenta una ausencia frente a la producción contemporánea, porque lo que ve no despierta su alma, no la toca, no la conmueve.

El ready-made (arte realizado mediante el uso de objetos cotidianos que normalmente no se consideran artísticos) es ese proyecto hecho realidad, donde la máquina desplaza al hombre. He aquí la lectura que se puede hacer de Duchamp: ya no representamos el mundo, sino que el mundo artificial nos representa. “…nos dejó en el punto en que tenemos que preocuparnos y hasta deslumbrarnos por el espacio y los objetos de nuestra vida diaria… No satisfechos con la sugerencia de la pintura a nuestros demás sentidos, utilizaremos las sustancias específicas de la vista, sonido, movimiento, gente, olores y tacto. Los objetos de toda clase constituyen material para el nuevo arte: pintura, sillas, alimentos, luces eléctricas y de neón, humo, agua, calcetines viejos, un perro, películas y mil cosas más que habrán de ser descubiertas por la actual generación de artistas. No solamente nos mostrarán esos osados creadores como por vez primera, el mundo que siempre hemos tenido a nuestro alrededor, aunque ignorado, sino que descubrirán acontecimientos totalmente desconocidos hasta ahora, encontrados en latas de basura, archivos policiacos, vestíbulos de hotel, vistos en las vitrinas de los comercios y en las calles y presentidos en accidentes horribles… El joven artista de hoy no necesita decirse ya: “Soy pintor… ” Es simplemente “artista”. Toda la vida se abrirá ante él… Inventará lo extraordinario sacándolo de la nada… la gente se sentirá horrorizada o encantada, los críticos se sentirán confusos o divertidos, pero estoy seguro que tal será la alquimia de la década de 1960.”


La forma nihilista de entender la realidad actual es por tanto concordante a la narrativa del arte contemporáneo. Esta dictamina que la vida se reproduce, la cual es una suerte de fuerza anónima, frágil y determinada por la muerte. Por ello se pretende crear “arte viviente”.
Pero, cerrando ya el artículo y retomando el principio, es crucial para el espectador superar este arte y retomar su significado último.
En primer lugar, ontológicamente, contraatacar su filosofía de la finitud y de la desaparición con lo eterno y el ideal de belleza del Logos.
En segundo lugar, estéticamente, reemplazar este arte del desecho, informe, del horror y de la basura por la dialéctica del arte romántico, de lo sublime. Recordar que lo que está abajo puede estar arriba.
Y por último, políticamente, rechazar el arte de la mercancía, de la circulación, del consumo, del capitalismo y del materialismo y las finanzas.
El arte debe retomar su carácter afirmativo y definitivo. Debe buscar esos recursos secretos del mundo, liberarse y optar por la Verdad, última fuerza esencial de todas las cosas. 


"La libertad es el valor fundamental de nuestra cultura, es lo más cercano a algo sagrado en un mundo secular; y la 'fuente de orgullo' de nuestra sociedad moderna. Se aprende en las clases de historia de las escuelas de todos los países occidentales, que lo que caracterizó al Renacimiento, y más aún a la Ilustración, fue la progresiva conquista de la libertad -esa dignidad humana, ese derecho inalienable de soberanía-. Leemos que nos fuimos 'liberando' de esa edad oscura que fue la Edad Media, que nos fuimos despojando de las tiranías de la Iglesia y el feudalismo y nos sacudimos esas trabas atávicas del pensamiento mágico-religioso; de los dioses paganos y de la esclavitud moral de la Iglesia; todo gracias a la Razón- que fue coronada durante la Revolución Francesa, a su método científico y a la tecnología y la riqueza que genera. 
Sin embargo, la libertad no es nada más lejos que la habilidad de florecer el tipo de ser que uno es, obtener ese bien ontológico a través del cual, la propia naturaleza humana encontraría su realización -sea éste la excelencia, la meditación, la contemplación de Dios-. (...) La persona era libre porque lograba ese objetivo, no porque escogía libremente, sino porque escogía bien... era libre cuando no se impedía darse cuenta del bien al cual estaba orientada."










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